miércoles, 6 de junio de 2012

La Ilusión de los Rostros Grotescos








Ya sabemos que nuestros sentidos nos suelen jugar malas pasadas. Sin embargo, a veces nos asombramos de cuán inexactos o manipulables pueden llegar a ser. Tal es el caso de la llamada “Ilusión de los Rostros Grotescos”.

Para comprobarlo, te bastará mirar este video pero fijando la vista en la cruz central.















De seguro habrás percibido que, después de varios fotogramas, los rostros comienzan a distorsionarse hasta convertirse casi en caricaturas. No obstante, ninguna de estas imágenes ha sido manipulada aunque, obviamente, el grado de distorsión será mayor en aquellos rostros que presenten algunas características distintivas, como un mentón o una nariz prominente.

Pues bien, esta distorsión se denomina “Ilusión de los Rostros Grotescos” y fue descrita por vez primera en el 2011 por psicólogos de la Universidad de Queensland. Existen tres factores esenciales para que se produzca la ilusión:

1. Que los rostros pasen a un ritmo rápido.

2. Que los rostros estén centrados; es decir, que los ojos y la nariz de cada imagen se hallen casi a la misma altura.

3. Que los veamos usando nuestra visión periférica.

De hecho, si se reproduce esta misma secuencia de imágenes de forma más lenta, el efecto es menos perceptible y si se introduce un fotograma negro entre una imagen y otra, entonces desaparece por completo.

Pero… ¿por qué nuestra percepción nos engaña de esta forma?

El problema radica en nuestra tendencia a interpretar la realidad haciendo comparaciones. En otras palabras: al ver una nueva pareja de rostros, nuestro cerebro la compara con la pareja anterior resaltando los rasgos más diferentes. En fin, que si antes hemos visto un rostro con una nariz pequeña y el siguiente posee una nariz más prominente, esta adquirirá proporciones aún mayores hasta convertirse en una caricatura.

Vale aclarar que esta curiosa ilusión sienta sus bases en un experimento desarrollado en el 2010. Según este estudio, cuando vemos rostros distorsionados durante algunos segundos, después mostramos una tendencia a ver caras alegres, tristes, más largas o más anchas cuando realmente se trata de rostros neutrales. En fin, que nuestro cerebro nos juaga más malas pasadas de las que quizás estaríamos dispuestos a reconocer.

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